Lección de humildad. Capitulo uno.


Lo que he vivido estos días es simplemente increíble y lo tomaré como el principio de tiempos mejores.

Mi hermano compró las entradas a modo de consuelo pues no había podido conseguir las entradas para la final del voley de menores.

"Anda pidiendo permiso en el gimnasio por que vamos a ir al estadio el miércoles" - Me dijo.
"Vamos a ir a ver el Perú - Argentina?" - Le pregunté. "Te gusta tirar tu plata, no?" - Agregué sarcásticamente.
"También si quieres" - Dijo, cual amenaza.
"Ya que insistes" - Le dije, como sonriendo. "Pero no esperes que algún día te pague" - Le repliqué.
"Tampoco pienso cobrarte" - Me dijo, cual milagro.

Yo hubiera dado mi vida si hubiera sabido lo que viviría en ese estadio.

Y bueno, tal vez ese era el pensamiento popular. El pesimismo, actitud que aprendimos a la fuerza al ver las goleadas que nos propinaban partido tras partido. Ni Chabuca Granda hubiera apostado por un empate peruano y mucho menos a una victoria. Aunque ella se hubiera guardado elegantemente sus comentarios.
Yo, de lo único que estaba seguro era que no perderíamos por goleada pues jugaría Juan Manuel Vargas, y a ese le tengo un poco menos de fe que a Dios.

Pasaron los días y llego el triunfo sobre Venezuela, se merecían más goles, pero la calidad de nuestros delanteros solo dio para la mínima diferencia, cuando la máxima hubiera rozado la verguenza y el escandalo tico y un capitulo nuevo para crónicas de balón. Se jugó fuerte. Nadie daba medio sol por Piero Alva y ya lo vieron. Nos sacó del fondo, de la última casilla de clasificación.

Si alguien alguna vez
dijo que la vida era bella,
seguro tenia los ojos al revés
y miraba la tabla solo por verla,
afirmado en su cabeza clava,
inventando goles donde solo hay goleadas.

Que decepcionante debió ser,
enterarse de la realidad que es cruel,
pensó que habíamos bajado a segundones
siendo la verdad de repente,
la escalada de un puesto en la pendiente
y ahora estamos penultimamente más decentes.

Llego el miércoles, sí, luego del martes. Yo ya quería ver a Messi y a su mancha, ya había pedido permiso y todo. Ningún amigo mio iría al estadio así que solamente estarían conmigo mi hermano y su enamorada. Por ahí una tía en su palco que nunca me llamó y por ahí una amiga que si hubiera sabido que iría tampoco nos hubiéramos encontrado entre toda la gente.

Fuimos a almorzar, a comprar unas camisetas y a hacer un poco de tiempo. Las entradas estaban practicamente pegadas al bolsillo de mi hermano. Ansioso él, salimos a conseguir un taxi.

Fin de la primera parte.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
jajaj beto admiti que tuvieron suerte, nos cagaron a patadas ustedes, ganaron por lesiones sobre nuestros jugadores...
Citlali ha dicho que…
ziii un zhiuntoo d gntee!!! pro al mns lo intente iaa!!! ese dia grite el goooll hasta qdarme afonik xD fue dmzz zhvree ^^

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