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Mostrando entradas de octubre, 2020

Un espantapájaros en el desierto

Duermo en dos sofás de una pieza juntos y una silla puesta enseguida para mis pies. Dos tapetes de yoga doblados a la mitad encima de los sofás para que no se separen mientras duermo y una especie de frazada gruesa doblada en tres encima de eso, y de la silla, para dar la impresión de al menos estar en un colchón viejo. Sobre todo eso una manta polar doblada en tres y, sobre ella, yo.  Otras dos mantitas polar delgadas de colores casi fosforescentes, que solo mi padre me podría haber dado, para envolver mis pies fríos, y una hermosa manta gruesa y abrigadora color beige, que solo mi madre me podría haber conseguido, cubre lo que queda de mí, si es que le puede quedar algo a esto que es la representación de lo inútil que podría ser un espantapájaros en el desierto. Aquí estoy pasando mi exilio voluntario, en un gimnasio cerrado por un virus que nadie ve, pero que ha hecho caer en la más absoluta miseria a miles de personas que, como yo, no lo sentimos hasta que fue demasiado tarde. Teng