La encontré en el camino


Hola otra vez. Ahora sí no sé si me escuchas o no. No hay fe que valga la intención. Ahora solo sé que no quiero saber nada. No quiero pensar en nada. En nada que no seas tú.

Esta vez no pondré que no sé qué escribir. Sería mentirte y, tú sabes, no es mi estilo. Puedo escribir tantas cosas. Puedo escribir tantas palabras como gotas contadas al parpadear. Me hiciste descubrir que no soy tan fuerte como creía o, por lo menos, no en este tipo de situaciones.

He llorado como un bebé. Y no recuerdo cuándo fue la última vez que lo hice. Debería haber un curso en el colegio sobre cómo enfrentar este tipo de perdidas. De qué me sirven ahora las matemáticas. De qué me sirve tener tantas cosas en la cabeza. ¿Acaso hay una fórmula para devolver la vida? ¿Alguna teoría para la resurrección? ¿Acaso hay algo así?

Por qué tu. Dime. Por qué no yo. ¿Alguien donde estás podría darme la respuesta? ¿Alguien donde estás podría venir un ratito a decirme que estás bien y a darme un abrazo? ¿Algún angelito quizás? ¿Alguien? ¿Nadie? ¿Puedo ir yo a verte un rato, tal vez? Puedo traerte de regreso? Por lo menos un día. Un día nomás. ¿Es mucho pedir? Quiero verte de nuevo. Con quién tengo que hablar, quién puede hacerme caso.

Fui a verte a la hora en la que te había prometido que iría. Pero llegué tarde. Puntual, pero tarde. Tú estabas ahí pero ya no estabas. Me lo dijeron pero yo no quería creerlo. Caminé a verte. Fui a tu cuarto y estaba cerrado. Pasé de frente a ver tu registro en enfermería. No pude ver nada. Nos dijeron que esperáramos. Yo ya me las olía. Yo ya sabía que no volvería a verte. Pero no podía creerlo. Cómo creer algo que no quieres creer.

Esperaba lo peor. Y lo peor llegó. Las lágrimas ya corrían por los rostros de los demás pero yo quería demostrarte que soy fuerte. Me paré a ver por la ventana y a tratar de no pensar en ti. Quería estar solo. Quería asimilarlo. Poco a poco llegaba la gente y poco a poco comencé a sentirme débil. Mi respiración se agitó y a la vez me faltaba el aire. Mis brazos se adormecieron. Sentí un hormigueo por toda mi espalda, mi cuello y mi cabeza. Me paré firme. Traté de calmarme. Traté de llamarte para pedirte fuerzas. Sentí que me abrazabas. Quiero pensar eso. Mi cuerpo estaba raro. Tú estabas ahí a mi lado y pude sentirlo.

Cuando me calmé, comencé a caminar por todos los pasillos. Buscándote. Tal vez se equivocaron de cuarto. Tal vez era otra persona en tu cama. Busque por todos lados y no estabas. Seguí caminando. No quería regresar porque todos estaban llorando. Así que busqué un lugar donde no había nadie. Un lugar frente a una gran ventana. Me aseguré de que no hubiera nadie y lloré. Lloré y me preguntaba muchas cosas. Lloré porque tenía que hacerlo. Porque recién había entendido que te había perdido, que ya no estabas más con nosotros. Porque ya nada tiene sentido. Porque ya no podía aguantarlo más. Porque eras tú.

Me limpié las lágrimas y regresé al lugar donde estaban todos. No te imaginas la imagen. A ti no te hubiera gustado vernos así. Nos hubieras secado las lágrimas. Nos hubieras hecho sonreír. Yo no sabía qué hacer. Caminaba porque si me quedaba parado alguien vendría a abrazarme y lloraría otra vez. Compré una botella de agua. Recorrí los pasillos y tomé un par de sorbos. Cerré la botella y se la di a alguien que la necesitaba más que yo. Me paré de nuevo frente a la ventana y traté de no pensar, de no oír, de no hablar, de no sentir nada.

Vi a tus padres llegar. No sabes lo duro que fue eso. Corrieron a tu cuarto. De la mano. Yo quería entrar al cuarto pero ya había bastante gente. Yo quería verte, quería devolverte el abrazo. Quería pedirte que te levantaras. Quería hablarte aunque no me contestaras. Quería llorar a tu lado. Quería hacer algo. Cualquier cosa, pero algo. Traté de llamar a los que pude. A decirles que vengan rápido. Se me quebró la voz y lloré una vez más. Era imposible evitarlo.

Aluciné que salías de tu cuarto. Que nos preguntabas por qué estábamos llorando. Sonriendo. Feliz. Como te recuerdo y como te recordaré siempre. Alucinaba verte de pie en el medio de la sala. Y todos te abrazábamos. Y todos estábamos felices. Como siempre estaba cualquier persona a tu lado. Como siempre me hacías sentir cuando conversábamos, cuando caminábamos juntos, cuando mirábamos hacia el mismo lado.

Qué voy a hacer sin ti. Por qué llegaste si te ibas a ir tan rápido. Por qué te hiciste querer tanto. Por qué eras tan linda. Por qué te fuiste tú. Por qué dejaste de luchar. Tengo tantas preguntas sin respuestas. Tengo tantas lágrimas que tienen tu nombre. Tengo tantas ganas de tantas cosas en este momento. Tengo miedo.

Eran diez pisos para ir a verte. Subidos por escalera. Cuántos pisos son ahora. ¿Has visto alguna escalera cerca? ¿Algún elevador? ¿Hay horario de visitas? ¿Se puede ir a verte? No sabes cuánto necesito hacerlo.

Estoy mal. Lloro en mi casa. Esto es una pesadilla. Quiero despertar. Digo que esto no puede estar sucediendo. No es real. Pienso en ti y en como tú quisieras que me sienta. Imagino que estas aquí a mi lado y me dictas lo que estoy escribiendo. Me acaricias el rostro. Me dices que te perdone. Me abrazas. Te pones triste porque yo lo estoy. Me dices que te voy a hacer llorar a ti también. Que ya no llore. Pero no puedo. Discúlpame pero no puedo. Tú no sabes cuánto significas para mí. No puedes entender lo que ahora estoy sintiendo. No puedes secarme las lágrimas. No puedes abrazarme. No puedes hacer nada. Miento. Puedes hacer mucho. Puedes darme fuerzas. Puedes hacer que aprenda muchas cosas acerca de la vida. Puedes ser mi conciencia. Puedes ser el motivo para que yo siga adelante. Puedes hacerme entender que lamentarme no te traerá de regreso. Nada lo hará.

Jamás te olvidaré. De eso ni te preocupes. Podré olvidar cómo respirar, cómo caminar, cómo comer, cómo dormir, cómo reír, pero jamás te olvidaré. Dejaste muchos planes sin terminar, pero yo me encargaré de terminarlos por ti. Tal vez no pueda con todos, pero trataré de hacerlos de la mejor manera. Tú sabes a qué planes me refiero, a los que teníamos los dos. Y cuando logre cumplir cada uno de ellos diré que los hice por ti y por nadie más. Diré que tú me ayudaste desde donde quiera que estés. Diré que estuviste a mi lado en todo momento. Diré que soy feliz por ti.

¿Recuerdas cuando nos cocimos? ¿Recuerdas cuando íbamos al grupo? ¿Recuerdas cuando te dejaba en tu casa? ¿Recuerdas cuando me reía de tus zapatillas? ¿Recuerdas cuando veíamos fútbol? ¿Recuerdas cuando te hacía reír? ¿Recuerdas cuando bailamos? ¿Recuerdas cuando me pedías concejos? ¿Recuerdas cuando cocinamos? ¿Recuerdas cuando estábamos de campamento? ¿Recuerdas cuando fuimos a comer? ¿Recuerdas cuando me golpeaste por molestar a tu hermano? ¿Recuerdas que te hice algunos nudos para tu especialidad y me quemaste el cuello? ¿Recuerdas cuando te visité porque estabas enfermita? ¿Recuerdas cuando fui al hospital? ¿Recuerdas? Dime que sí. Te necesito. Estábamos en mejor momento. Eras mi mejor amiga y me vas a hacer muchísima falta. Más de la que te imaginas. Y no solo a mí, sino a todo el grupo. Estás dejando un agujero enorme al irte, totalmente imposible de cubrir. Ya no quiero llorar. Pero no sé si podré. Mañana será muy difícil aguantar las lágrimas, aguantar el peso de este mundo de pensamientos que tengo encima, el dolor de cabeza, la realidad. Terminar de asimilarlo. Quiero que sepas que ya te extraño.

Trataré de tomarte en cuenta en muchas decisiones. Trataré de pensar qué harías tú en mi lugar. Trataré de ser fuerte. De sonreír. Trataré de usar en mi vida tus pensamientos, tus creencias, tu esperanza, tu fe. No sé cómo terminar. Es lo único que no sé. Tal vez esta carta no tenga fin. Tal vez termine cuando te vuelva a ver. Tal vez termine cuando deje de llorar. Desde ahora las cosas serán completamente diferentes. No te has ido por nada: me has enseñado muchas cosas y solo poniendo en práctica lo que he aprendido de ti podré volver a verte. Cuídate mucho, yo ya no te puedo cuidar. Traté de hacerlo. Discúlpame. En verdad lo siento mucho. No sabes cuánto lamento haber estado ahí sin poder hacer nada. Era un momento en el que ya nada hubiera sido útil. Nada hubiera funcionado. Ni tocarte ni desear estar yo en tu lugar y tú en el mío. Ni los polvitos mágicos ni más lágrimas ni nada.

No quiero aburrirte más. Es que no sé cómo terminar. Las lágrimas ya secaron. Tú me las secaste, ¿verdad? Me voy feliz, entonces. Feliz porque sé que estás conmigo. Feliz porque pude verte en el reflejo del vidrio y me pareció verte sonriendo. Feliz porque sé que esto tiene un motivo que estoy entendiendo, poco a poco pero lo estoy entendiendo. Me voy feliz porque así te gustaría verme. Para mi no te has ido. Discúlpame por no estar concentrado, pero es complicado, aún no me estabilizo. Todavía siento que me voy a despertar o que alguien viene a decirme que es una broma. Hay cosas que nunca entenderé. Tu partida es una de ellas. No me digas que deje de estar triste. Tú no has perdido a alguien. Discúlpame. Solo quería escribir algo de ti.

Nos veremos algún día, tenlo por seguro. Responde ni bien leas la carta. Por favor. Respóndeme rápido.

PD. Llámame para ver lo del domingo.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
fuerza!
solo eso mucha fuerza!
muy lindo beto.

Entradas populares de este blog

Torociones

Veintiséis de noviembre del dos mil diez

Lección de humildad. Capitulo cuatro.