Los últimos días de la democracia I


“Me niego a creer que mis compatriotas van a ser tan insensatos de ponernos en la disyuntiva de elegir entre el sida y el cáncer terminal, que es lo que serían Humala y Keiko Fujimori”. Mario Vargas Llosa (Premio Nobel de Literatura 2010)


Análisis personal del proceso electoral actual: Los resultados finales.

El final de la primera vuelta de las elecciones generales ha dejado mucho para descomponer y comparar, es decir, analizar. Realmente demasiado.

Para comenzar, es muy pronto para andar alucinando futuros escenarios por más que la información que se maneja nos ayude a suponer que el Apocalipsis comenzará en julio y el Éxodo en agosto, la segunda vuelta es en más de un mes y cualquier evento o cambio puede suceder.

Lo primero que podemos analizar e interpretar es el resultado:

Partiendo del concepto de que la democracia es aquel sistema de gobierno socio-político y económico que se sustenta en la elección y participación del pueblo -que somos todos- en las decisiones gubernamentales donde la voluntad de la mayoría debe ser respetada por la menoría, lo que ha sucedido el domingo 10 de abril del 2011 en el Perú, es el principio del fin de la democracia tal y como la conocemos, entendiendo esto como algo tan malo como igual de bueno, una vez que nos damos cuenta de que la democracia que conocemos en el Perú es una falsa democracia, ya que este es un tipo de gobierno que busca un ideal de simetría general donde los ciudadanos no sólo son libres e iguales ante la ley sino que también lo son en las relaciones cotidianas y sociales, aspectos que brillan por su ausencia en este hermoso país por falta de estricto orden educativo, social, etc.

Ahora, de los cinco candidatos que gozaban con más opciones de ganar, uno representaba la extrema izquierda con un discurso de centro izquierda y un voto de protesta, otro representaba la derecha con un discurso de centro y un voto fanático, mientras los otros tres representaban políticamente lo mismo, es decir, una misma ideología y plataforma política, que va desde la derecha moderada hasta la centro derecha, con un modelo económico neoliberal, que la globalización exige, igual al de los últimos gobiernos, exitosos en ese aspecto. La diferencia es que estos tres excandidatos que defienden una misma ideología no representaban ningún riesgo social, laboral, económico, democrático, institucional, diplomático, etcétera, mientras que los dos primeros sí, las pruebas están de más a estas alturas, pero basta mencionar la admiración por los dictadores de uno y el abusivo gobierno del padre del otro, y eso por decir lo menos de cada uno.

Analizando los resultados podemos darnos cuenta que aquellos tres que defienden la democracia y el modelo económico actual, sin ninguna opción de riesgo, obtuvieron 19%, 16% y 9%, mientras que el voto de protesta sumó 32% y el voto fanático 24%. .

Entonces, entendiendo que uno vota por el candidato que mejor representa sus ideas, hablamos de ideales, plataformas políticas o ideologías, aspectos que también clasifican a los cinco candidatos en los tres grupos que mencioné líneas atrás, podemos darnos cuenta de que aquellos tres candidatos que defienden una sola ideología han sumado 44%. Las cifras no pueden ser más claras, democráticamente hablando, como fueron estas elecciones, la ideología política de la mayoría no se impuso por sobre el voto de la menoría.

Una interpretación válida, partiendo de un punto de vista social, es que podemos darnos cuenta de que la mayoría de peruanos estaban a favor de la ideología que representaban los tres candidatos, sin embargo, nunca encontraron a un único líder debido a las amplias diferencias que tenían cada uno de ellos, desde el tema racial hasta el tema de la afectividad y la afinidad, pasando por el problema del bajísimo interés por la política que acusan la mayoría de peruanos y uno que otro prejuicio moral.

A pesar de todo no hay una sola persona, en su sano juicio, que haya votado por el candidato de la extrema izquierda que no me dé la razón respecto a este análisis, sin embargo, argumentan que su candidato no tiene la culpa de que estos representantes divididos y cegados por la necedad y el poder no hayan tenido la brillantez y humildad de unirse por lo menos una semana antes cuando se veía venir el escenario. También me dicen que el problema es, en parte, por la falta de verdaderos partidos políticos bien organizados en el país. Ambos puntos tienen razón.

Ahora el panorama es oscuro, sin embargo, no ha ocurrido nada que no haya estado reflejado en las encuestas días atrás. Tenemos que analizar más que nunca a ambos candidatos, mantener la objetividad, la imparcialidad, y esperar a que el verdadero ganador sea el Perú que tanto amamos.

Nos toca elegir con la responsabilidad que no tuvimos en la primera vuelta. Hoy está de más buscar culpables. Aquellos que despertaron sus más bajas pasiones el domingo luego del primer conteo rápido y amenazaban con irse del país pueden hacerlo de una vez por todas ya que ahora es cuando necesitamos a los verdaderos peruanos valientes y luchadores y no a esos discriminadores que abarrotaron las redes sociales aquel domingo que nos ha puesto en el rostro la realidad que no queríamos ver.

Siguiente análisis: Los tres tristes tigres.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
te estas demorando con el segundo si me dices que en el tercero viene lo mejor apurateee... esta bueno...

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