Espérame

" Todavía no he logrado que me lleve la corriente,
todavía me haces falta cuando intento caminar,
y si de algo estoy seguro es que mi amor es diferente,
porque todavía hay restos de felicidad. "        
                                               Gianmarco - Todavía

Ha pasado un año desde que el mundo como lo conocía quedó sumido en la más oscura de las profundidades sin el sol de tu alegría y totalmente enmudecido sin la música de tu risa. Un año desde que decidiste dejar de luchar la guerra mas injusta de todas y descansar, descansar de este mundo que ni en su máxima expresión te llegaba a los talones. Este mundo ingrato y maldito en el que me has dejado a mi suerte. Este mundo en el que estoy rodeado de gente pero sin ti me siento solo. Este mundo en el que me olvidaste cuando decidiste irte, cuando decidiste dejarme a oscuras, en el más tenebroso apagón, y a ciegas.

El día que te fuiste aprendí cómo llorar correctamente. Lloré lo necesario y con disciplina, en un lugar específico y por un tiempo determinado, sin importar la cantidad de lágrimas ni los objetos que pude encontrar en el camino. Eso sí, una vez solo y sin presencia de testigos. Aprendí que no se llora sin respirar hondo antes ni sin ajustar bien los dientes, no se llora todo el día por más falto de esperanza que te sientas al conjurar tamaña pena. Se llora con ganas, como si el cielo se estuviera viniendo abajo y ya no haya nada más que hacer que esperar el fin aunque este ya haya llegado. Se llora hasta que se te acalambre todo, incluso las ideas. Ese día lloré porque sabía que tal vez nunca encontraría caricia tal que la que tú me dabas cuando apretabas con tu índice y tu medio mis mejillas, y lo más cercano que encontré fue sentir la ligeresa de una lágrima corriendo por allí, por donde más se extraña la lozanía de tus dedos. Pero hoy, después de todo, está prohibido llorar.

Tuvieron que pasar doce meses para darme cuenta que la luz del sol no es la misma sin tu sonrisa, que el único sonido capaz de detener el tiempo es tu voz y que ninguna vida vale más que otra a excepción de la tuya, que ya no está; que ninguna mirada es más profunda que la tuya, que ya no está; que ninguna presencia es más placentera que la tuya, que ya no está, y que ningún abrazo es más reconfortante que el tuyo, que tampoco está.

A veces me gusta buscarle un tiempito a la tarde para tratar de robarle unos minutos al sueño de la noche, porque cuando duermo en las tardes suelo recordar lo que sueño y siempre trato de soñar contigo. Son sueños forzados, claro, pero a veces lo logro. Porque de una u otra manera necesito hacerlo, necesito verte, abrazarte, oírte, conversarte. Necesito romper por un momento esa barrera que nos divide y decirte que me haces tanta falta como el aire bajo el agua, como el agua en el calor, como el calor cuando hace frio. El calor, por supuesto, de tus manos.

Luego de soñarte salgo a caminar y camino a un lado de la vereda porque alucino que tú estás del otro y te converso. Voy a tu paso lento para aprovechar el tiempo contigo y cuando cruzamos la calle me muevo al lado de la pista para cuidarte, me detengo cuando te detienes, te miro cuando ries, movemos las manos cuando hablamos, nos reímos cuando tropezamos.

Llegamos al lugar de siempre y busco un lugar donde mirar de frente el atardecer. Me quito los audífonos, suspiro y te miro sin verte, trato de oír el silencio a ver si la melodía de tu voz aún no se ha perdido entre tanta lluvia. Te miro otra vez y allí estás. Escuchando lo que escribo, dándome las mejores críticas cuando sonríes, que es lo que siempre haces, que es como te recuerdo, que es lo que siempre hago.

Y así, trato de imaginar cómo sería mi vida si tú aún seguirías en ella.

Pero siempre llega el momento en que te vas, en que vienen a recogerte los ángeles y regresas al cielo mientras que a mí no me viene a recoger nadie y solito regreso al infierno. Entonces, todo vuelve a la normalidad: al gris del cielo, al blanco y negro de todo lo que veo, a la noche, a las penumbras y al silencio. Lugares donde estoy solo, donde nada florece, donde cada vez que miro al cielo llueve.

A pesar de todo soy feliz y lo soy por ti. Por lo que me dejaste y por lo que te llevaste. Por todo lo que hicimos y por lo que tuvimos que dejar de hacer. Porque te conocí y me cambiaste muchos conceptos que tenia acerca de la vida y toditita la química cerebral. Te conocí y durante el tiempo que lo hice fue toda una aventura. Te conocí y puedo jactarme de eso, puedo considerarme afortunado y todo lo que me molesta no es nada si recuerdo lo que a ti te molestaba. Te conocí, tuve el honor de hacerlo, aunque a veces sienta frío y desgano, aunque a veces tenga sueño y pereza, te conocí y te quise. Pasaste por mi vida, no sé de qué me quejo.

Te mentiría y te molestarías si te dijera que todavía no he sentido ninguna señal, que todavía no me nace alguna idea de qué hacer ni a dónde ir ni a quién esperar por el resto de mi vida. Que no sé en quién confiar ni dónde buscar otra sonrisa que diluya al instante todititas las penas. Que todavía no sé con quién conversar cuando la noche parece eterna ni sé de dónde agarrarme para no volver a caer. Que todavía no sé a quién proteger cuando abro los brazos. Que todavía no sé en qué dirección caminar. Que todavía no he encontrado un pretexto para continuar. Que todavía los días no han vuelto a ser los mismos, que todavía no he aprendido a sobrellevar tu ausencia. Te mentiría porque ya he encontrado qué hacer con una vida sin ti: hacer de lo que resta de mis días, lo más parecido a los días que a ti te faltaron.

Y allá, donde nadie sabe si estás o no estás ni dónde ni cómo ni por qué. Espérame. Porque estoy en el camino correcto aunque a veces tenga que retroceder. Espérame porque si logro alcanzarte necesitaré de tu fuerza y tu aliento tanto o más de lo que los necesito ahora. Espérame porque tengo algunas cosas para darte cuando te vea, algunas cosas como un beso o más, como un abrazo o más, como una sonrisa o más, como otro abrazo o más. Pero más que nada espérame porque vaya a donde vaya y estés en donde estés, cuando al fin te encuentre, no quiero volver a separarme de ti nunca más.

Comentarios

Daniita ha dicho que…
La inspiración más hermanosa y sincera. Que lindo Beto, me encanta todo lo que escribes :) tkm, las cosas pasan por algo en la vida, hay que verle el lado positivo y seguir adelante. TE admiro ^^. cdtt!
Au ha dicho que…
... muy profundo, demasiado diría yo. Te felicito, anteriormente he leído algun post tuyo y sinceramente sentía q faltaba algo, pero este es muy completo, muy sincero.
Anónimo ha dicho que…
Soy gianmarco, sos groso escribiendo me gusta, es un sentimiento muy fuerte y s enota que te desahogas asi , sigue asi que te funiciona ese tipo de inspiracion (Y)
Anónimo ha dicho que…
valio la pena esperar, lo escribiste con sentimiento no sé si llorando porque hay partes en las que sí parece, pero sorprende
Anónimo ha dicho que…
estoy llorando me mato esto pero para adelante auq dices lodel ca,ino correcto no sè si es q quieres morirte ... x q yo si!
Norma Raquel ha dicho que…
Beto, lo siento mucho por tu amiga. Tenemos una promesa, de que cuando todo caiga hacia abajo, y sentimos que no podemos más, siempre somos y seremos sostenidos por las manos de nuestro Padre Celestial!!.. al leer estas palabras se sintiO que las escribiste del fondo de tu corazón, y expresaste tu sentir. Veo que la querias mucho, y estoy segura que ella también. Sabes que es lo bueno? que tenemos una esperanza, cuando venga nuestro Salvador por nostros, iremos al cielo y veremos a todos nuestros seres queridos y amados!!así que, vamos Beto! vamos a luchar la batalla de la fe, tomados de la mano de Jesús!! tenemos que ayudar a la obra para que la venida de Jesús sea pronta!! Cuando todos nos encontremos ayá en el cielo, quiero conocer a tú amiga!!
Anónimo ha dicho que…
pues eres un buen chico y ese sentimiento que le pones cada vez que escribes es muy bello, se nota que alo momento que escribir le pones corazon.. espero que lo sigas haciendo, cuidate y exitos.

Entradas populares de este blog

Torociones

Veintiséis de noviembre del dos mil diez

Lección de humildad. Capitulo cuatro.