Por algún motivo en especial

Ayer escuché una de esas frases de las que nunca me siento preparado para escuchar, mucho menos de alguien como mi abuelo. Él es un técnico de la fuerza aérea en retiro, fuerte, recto, disciplinado, recio y reacio al dolor. Ha sobrevivido a más plagas que Egipto, a más accidentes que el pato Lucas, a más problemas que un Baldor y a más ataques que el Medio Oriente, y tiene tantos años a cuestas que a veces pienso que en algún momento de su vida, por algún motivo en especial, encontró la inmortalidad.

Esta frase salió cuando estábamos parados en un esquina a media cuadra de un paradero esperando inútilmente un bus que lo lleve a ver a un distribuidor de mercadería de no sé qué, por encargo de no se quién, justo un domingo, solo porque le dio la gana. Se quedó parado en la esquina, a veinte metros del paradero, en su medio metro cuadrado de terquedad, por no querer caminar hasta donde se estaban deteniendo los carros que él llamaba, hecho un poste más, en ese lugar que seguramente lo ha visto pararse ahí tantas veces, como gotas de lluvia le han caído en la pelada.

Yo pensaba que él no quería ir hasta el paradero porque simplemente no le daba la gana, lo conozco, o porque simplemente quería molestar, y con justa razón, a los siempre necios y gregarios cobradores del transporte público, haciéndolos parar en donde siempre paraban antes de que pavimentaran la vereda, pero no. Había otro motivo. Un motivo más fuerte que su respeto por el orden establecido. Cuando se dio cuenta que estar en ese lugar era inútil decidió no esperar más, se hizo el loco, y me dijo:

-Luchito, allá es el paradero, mira -levantando levemente el brazo y señalando el piso, pero en la dirección correcta.

-No me digas -le dije, recontra sorprendido.

Entonces sucedió algo que realmente puso a trabajar mi conciencia. Pensar que el tiempo suele ser tan injusto y tan malagradecido en ese momento era pensar en cositas insignificantes. Mientras caminábamos lentamente pude notar que dio un par de pasos incómodos y rápidos. como buscando equilibrio o coordinación en su ritmo.

-Me fastidia la rodilla -escuché decirle al aire, usando sus dientes como labios.

Y en ese momento me entró como frío en el alma y me convertí en un témpano por un segundo. 

-¿A mi abuelo le duele algo? -pensé  -No puede ser.

-Rodilla, no fastidies al pelao -dije, en broma, a ver si se reía, usando mis labios como dientes.

Él sonrió porque a esa edad aprendió a hacerlo y le gusta recuperar el tiempo perdido como a toda persona sabia le gusta hacerlo. Él mismo paró el carro, subió y se fue, como me lo enseñó hace años, aunque siempre subía conmigo. Estoy seguro de que lo volveré a ver el próximo domingo porque en algún momento de su vida, por algún motivo en especial, encontró la inmortalidad.

Descubrí que, posiblemente, mi abuelo sea un ser humano común y corriente. Por más que yo piense que se trata de un superhéroe que vólo por los cielos durante guerras, soportó quemaduras y soporta a mi abuela, aunque crea que es súper inteligente y extremadamente fuerte, con algo de sentido del humor y, hasta ahora, sin miedo a la muerte, de repente, en algún momento, ya no sea nada de eso. Nadie se lo quita en este momento, claro, pero ya le duele algo, ya cojea, ya olvida y ya no ve de un ojo. Ya entendí que no es quién yo creía que era. Y creo que nunca debí entenderlo.

Y, bueno, tampoco es que esté orgullosísimo de él y de lo que ha hecho en su vida, pero tampoco estoy decepcionado. Me enseñó a jugar con sus cosas de mecánido en un motor de avión que tenía en su techo, sin saberlo, claro, yo solo subía y ponía y sacarba pernos. Me compró los helados que mi papá no me compró, me llevó en su carro cuando mi papá no me llevaba en el suyo, me dejaba ver televisión cuando mi papá no me dejaba y me soltaba las monedas que mi papá no.

Me llevó a ver aviones de guerra, me cargaba y me daba una vuelta como si mi cuerpo fuera es aspta de un molino de viento y me agarraba antes de caer, me pagó los vidrios que le rompí a sus vecinos, me compró mi primera bicicleta, que solo usé una vez, y me enseñó a decir groserías, sin saberlo también, pero nunca me dio una caricia o un abrazo, ni me dijo un te quiero ni me dio una sacudida de cabello o una palmadita en la espalda, nada, y no es que se lo esté pidiendo a estas alturas, pero nada le hubiera costado hacerlo, ¿no?

Tal vez su condición de militar le prohibía ser cariñoso, la guerra lo deshumanizó seguramente o tal vez en algún momento de su vida, por algún motivo en especial, olvidó cómo ser amigable.

Pero sé que me quiere. Me ama. Si yo fuera abuelo tambien amaría a mi nieto, daría mi vida por él. Yo estoy seguro de que él siente eso. Yo también lo quiero, después de todo él es y será siempre el único abuelo que conocí, el único abuelo al que digo y diré siempre así: abuelo.

Gracias por dejar que me llamaran como tú y porque muchos logros tienes conmigo tan solo con saber que has soportado a la abuela tantos años, haber soportado la pérdida de un hijo y tener que soportar al otro y aun así seguir tratando de hacer lo que a ti parece correcto: lo bueno.

Te diría que te cuides, pero tú no solo cuidas de ti, sino que también cuidas de otras personas. Cuida, sí, tus poderes, porque parece que ya no son los mismos y tal vez tengas algún archi enemigo por ahí y yo todavía quiero almorzar contigo todos los domingos. Encuentro varias respuestas a la vida tan solo mirándote, como el hecho de que hayas encontrado en la calvicie la mejor manera de ocultar las canas, pero lo que no encuentro es qué sería de nosotros sin ti. 

Tal vez, en algún momento de tu vida, por algún motivo en especial, olvides la inmortalidad, y eso sería realmente catastrófico para este mundo. 

PD. Me tienes podrido con el chifa todos los domingos.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
betO!!
Te pareCes AL muñeqitO de arriBa!!!!!!! :) JaJa!*
mnTira xD!! :)
Ni ha dicho que…
ese flash!
esta de lo mejor
que gracioso
:)

;)

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