Son cositas



He tenido peores días, no creas que eres especial. Días, por ejemplo, en los que he probado de la misma mano de la injusticia diversos manjares dolorosos e inexplicables. Días que me hicieron entender que no soy nada frente al universo, no opino, no valgo, no cuento, no juego. Días que no debieron serlo porque el sufrimiento no puede durar tanto, porque el cuerpo humano no puede resistir tan duros golpes, porque la vida no fue hecha para ser acribillada por las puntiagudas púas del horror, porque la naturaleza humana tiende a sonreir y, cuando no se puede, se hace lo imposible, y lo imposible suele suceder.

Te usaré una vez más, querido blog, para liberar toda la furia contenida en este pechito mediante la largura de mis dedos. Te usaré como terapia, sí, como siempre te he usado. Porque me siento en la obligación de expresarme para liberar un poquito de rabia, y hoy quiero hacerlo. Hoy debo hacerlo. Hoy tengo que hacerlo. Mil veces me han derrotado pero no he aprendido mil lecciones, esta derrota me ha enseñado más de una.

Esa mañana comenzó fría, la más fría del año tal vez. La más nublada. El más gris y pálido amanecer de lo que va del año para mí y para uno que otro miraflorino más. Esa mañana tenía clases pero no fuí porque el frío me cancela toda respuesta orgánica y echa a la basura toda gana de vivir que puede despertar conmigo cada mañana. Malestar estomacal, muscular y frío corporal, tiritaba. Decidí no ir y descansar acurrucadito para calentarme en mi camita. Primera cosa mala: No fui a estudiar.

La tarde fue malísima, por andar prestando mi dinero no tengo ni para almorzar este fin de mes. Así que agarré una linterna, me puse un casco y con una pala entré a mi alacena para ver qué encontraba y encontré, aparte de arañas gordas, tallarines, huevos, leche y una lata de atún de una marca que ya no sale al mercado. Así que, ni corto ni perezoso, lo convertí en un apetitoso plato agradable al ojo humano pero doloroso a la lengua del necesitado. Con todo y dolor de cabeza por el frío de la mañana procedí a empujarme mi invento gastronómico evitando el salibar y el saboreo. Segunda cosa mala: No tenía ni para la comida.

Luego, resulta que el lugar donde trabajo tiene un campeonato interno cada aniversario de aproximadamente doce equipos de diferentes partes de la empresa que compiten fecha tras fecha para ver quién queda entre los cuatro primeros. Estos cuatro primeros clasifican a una liguilla. Veníamos ganando varios partidos y jugábamos con todo cada uno de ellos, personalmente me daba íntegro porque las ganas que le ponían los señores de la oficina me contagiaron toda fuerza que no tenía, más aún sabiendo que nunca fuimos favoritos ningún partido. Pero con todo eso el campeonato terminó apretadísimo con una derrota en la última fecha que nos bajó hasta el quinto puesto y así nos quedamos afuera de la liguilla luego de haberlo dejado todo en cada partido. Me dolió mucho no poder sacar un buen resultado. Con una victoria clasificábamos y merecíamos eso y más. Este equipo nunca había llegado tan lejos y sentía que yo los estaba ayudando a lograr su meta. Me sentí morir cuando terminó el partido. Tercera cosa mala: No clasificamos, luego de dos meses de juego intenso, a la siguiente ronda del campeonato que era lo que yo más deseaba.

Seguidamente y aunque medio Perú más uno aún no pueda creerlo, Universitario de deportes se quedó, por diferencia de un gol, fuera de la clasificación a los octavos de la Libertadores. Que si se lo merecía o no es lo de menos. Luego de diez años íbamos a clasificar y pasó lo impensable, lo que nadie apostó. Todo estaba listo para celebrar pero lamentablemente nos la creímos tanto que jugamos como si ya hubiéramos clasificado, como buenos, como mediocres que somos. Esto coronó uno de los peores días de mi vida. Cuarta cosa mala: La U no clasificó teniendo un pie (y los dedos del otro) dentro de octavos.

Y así, una que otra cosita más que ya no vale la pena recordar. Pero tú, veintiocho de abril del dos mil nueve, serás recordado como uno de los peores días de mi vida. Donde todo lo que tenía que salir bien, salió mal. Donde te pedí fuego y me diste nieve. La ley de Murphy lo dijo, si algo puede salir mal, todo saldra mal. Pero quién podía creerlo. Todo estaba servido y lo dejé ir. Todo estaba listo, tanto esfuerzo, tanto trabajo, tanta nada. Lo tomaré como una lección porque aprender es lo último que se deja de hacer antes de morir y yo aún no pienso descansar.

Y así, he tenido peores días. Días como cuando la lluvia no me trajo ningún recuerdo, días como cuando el sol no me hizo sonreír, días como cuando el viento no me provocaba respirar, días como cuando la luna me trajo mala suerte, días como hoy y como todos los días que siguen pasando sin que se haga lo que yo quiero en mi vida ni en lo más mínimo, sin que se acerquen un poco mis sueños, sin que se me abra alguna puerta que yo elija, sin que alguien cercano a mi esté sufriendo por mi culpa, nada de nada.

Yo quisiera todo liso. Pero no hay lugar en el mundo así. Y quisiera todo fresco y un poco tibio. Pero nada hay más falso que eso. Yo solo sigo y sigo bien, nada hay que me corte el viento y nada hay donde ya pisé. Yo solo quiero ser feliz y no vivir la ansiedad de la impotencia ni la realidad de la insignificancia ni la fortaleza de la ociosidad. Sólo hay una manera de evitar esto que viví y es dándome íntegro con la mayor fuerza de voluntad en todo lo que quiero profundamente. Lo que deseo de verdad con el corazón. Yo tomo esto como una lección y nada más. Lecciones hay muchas pero esta ha sido más fuerte que pis de la mañana así que, seguramente, aprenderé mucho, de verdad.

Gracias por todo Dios, aún te amo pase lo que pase.

Comentarios

Ni ha dicho que…
el escribir tambien es una manera de kitarse todo ese dolor de cabeza -_________-

me encanta como escrbes
><
Ni ha dicho que…
si fue mal dia kizas mañana ia no te acuerdes

:D

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