Hoy te admiro un poco más

Guardado el domingo 13 de enero del trece

"Soy de Betel desde que era caminante / vamos Betel cada vez te quiero más / este año de la mano del gordo / todos juntos el Camporí a ganar"



Esta es la primera vez que mi nombre está escrito en una carta de invitación para un matrimonio con señor y todo: Señor Luis Alberto Ascama Torres, presente. Solo yo porque no tengo familia, o sea, no tengo esposa e hijos como es normal en una de esas invitación donde dice tal persona y familia. Tengo mamá, papá, pero no tengo hijos. Todavía no. Siempre me habían invitado así de patas: "me caso y pobre de ti que no vayas, te saco la csm" o "tienes que estar el día de mi boda, insecto" o "vas a mi matri, pues, va a estar chévere", cosas así. Pero ahora es formal, es a mí y es con respeto. Además, es de un amigo. Alguien a quien conozco hace 14 años cuando él era flaco y yo gordo. Alguien bueno, bonito y barato, y por sobre todas las cosas alguien que varias veces ha confiado en mí a ciegas y estoy seguro de que siempre traté de no decepcionarlo. No del todo, claro, nadie es perfecto. No me juzgues.

Las bodas son raras pero me gustan. No como para decir qué bruto cómo me gustan, pero ahí, tienen sus cositas. La expectativa a lo inesperado, por ejemplo, el retraso de la novia, las caras del novio, los comentarios de los invitados. Hablando de eso, ir con amigos es mucho mejor, puedes apostar quién se casa primero, quién al final y quién nunca. Puedes ir buscándole pareja a alguien, perseguir al de las bebidas en grupo o, los más raritos, criticar el maquillaje de las damas de honor y de la novia. Como mis amigos, claro. Pero hoy es diferente, este domingo es un día muy especial. Hoy se casa el incasable, el terco, el que no bajó los brazos ni en lo más profundo de su imaginación. Puedes aceptar varios no del destino, pero no debes escuchar los que salen de tu corazón. Aprendí eso de él. Hoy veré cómo un premio a la insistencia es entregado a una sonrisa que garabatea la tristeza, tapa el rencor e inunda de alegría esta parte del universo. Porque a veces el corazón se equivoca cuando trabaja solo y no le da espacio a las sugerencias del cerebro. Bueno, eso ya no pasó esta vez.

Espero terminar el día diciendo que te mereces todo lo que hoy ha sucedido en tu vida con un gran abrazo de felicitación. Todas las sonrisas que te esperan, las lágrimas que aguantarás en el altar y los nervios con los cuales pelearás a muerte serán un divertido espectáculo. No sabes lo feliz que me siento, tu matrimonio ha sido un tema de conversación en más lugares de los que te imaginas y por más tiempo del que crees, sin embargo, eso ya se terminó: hoy te casas y por fin vas a vivir el primero del resto de tus días en esta tierra que no ha visto a tantas personas tan fuertes como tú. Eres como una excepción: íntegro, responsable e imperfecto, como los mejores. Qué pena que ya no tenga que empujar tu carro en carreteras desoladas, compartir un mismo cubierto de campamento con tierrita o arengar el nombre del club luego de nuestras tantas victorias. En el fondo me gustaría saber que viviremos otra vez algunas cosas, pero supongo que ya es hora de que formes una familia para la eternidad, tengas hijos biológicos cuerdos y seas el hombre más feliz del mundo (al menos hasta que yo me case). Porque, obvio, te lo recontra mereces.

Gracias por todo, ahorita llega el cerdo para ir en mancha a arruinar tu boda. Nos vemos.

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