De pasiones y otros sueños
I can do all this through him who gives me strength. - Philippians 4:13 (NIV)
Nos vemos una vez
cada uno o dos sábados, y eso es todo, pero bien, yo con verte y ver que
sonríes soy feliz, no necesito acercarme para saludarte con un protocolar beso
en la mejilla porque no me gusta pensar que luego tengo que despedirme de ti,
prefiero alucinar que siempre nos vemos y que no hay necesidad de ser formales. Además, valgan verdades, tengo miedo a perder mis ideas en el camino a ti,
porque tus ojos claros siempre han hecho oscurecer mi lengua. Así sé que estás
bien y continúo con mis cosas satisfecho de saber que una de las personas que
más admiro -ahora lo sabes- sabe sonreír a pesar de vivir en los tiempos de las
penumbras, de la sombras que combates sin saberlo mientras parpadeas o cuando,
con el viento, cobran vida tus pestañas y tu cabello.
Recuerdo cuando en
1999 –sí, estamos viejos- entré por primera vez a un salón en la primaria
donde estudiamos y, despistado desde niño, tuve que dejar la carpeta y los
amigos que hice en, sin perder tiempo, veinte minutos después de entrar, porque
mi nombre no estaba en la lista de esa sección, mientras que en el otro salón
me llamaban inútilmente. No pude evitar, en el breve sondeo espacial que hice,
percatarme de la presencia de una niña que destacaba entre las demás como
destaca la luna de las estrellas, o un arcoíris entre tanta nube. No fue una
búsqueda exclusiva, pero sí interesante. Tanto así que, mientras me llevaban al
lugar correcto, pensé que alguien tuvo que haber cometido un error en mi
inscripción. Pasaron cuántos, doce o trece años desde ese día y vaya que tengo
mucho que escribir.
Pero esto no se
trata de nuestro pasado, ni de las clases bíblicas ni de educación física ni de La
Calera ni de la iglesia ni de la promo ni de nada de esos momentos que, lindos,
colorean el baúl de los recuerdos a los que recurro cuando busco sonreír. Esto
se trata de nuestro presente, de cómo hemos llegado al lugar en el que estamos
y, más preciso, se trata de felicitarte y de encontrar el lugar y el momento
adecuado para decirte lo orgulloso que estoy de que logres los sueños que,
nadie sabe cómo, compartimos respecto a la carrera que, sin darnos cuenta,
decidimos estudiar juntos, pero separados. No hay muestra de aprecio más
grande, que asimilar el logro de alguien más como si fuera tu propio logro. La
verdad, tal vez esté tan feliz como lo estás tú, pero eso nadie lo sabe. Solo
sé que estás donde tu capacidad te ha podido llevar, pero de paso, porque si de
talento se trata, esto es solo un calentamiento para ti.
Sacando mis conclusiones, elegimos la carrera más absurda de todas
las carreras para estudiar en tiempos como estos y, mucho peor, en un país como
este, pero analizando el contexto, los antecedentes y las consecuencias elegimos esto porque en el fondo sabemos que tenemos la capacidad
moral, física y espiritual para hacer los cambios que el periodismo
contemporáneo necesita, que los comunicadores cucufatos de ahora no pueden
hacer y que la gente -a veces indiferente- espera ver, oír o leer desde hace mucho
tiempo. Permite que te felicite una vez más, saber que comparto tantos recuerdos,
lugares y creencias contigo, me permite saborear mejor tu éxito, tu felicidad.
Gracias por darme esta pequeña alegría de ver uno de tus sueños hechos
realidad, gracias por tu gran amistad –ingrata desde ambos frentes, pero
amistad al fin y al cabo-, y gracias por comprender que -por si no lo habías
notado- no soy sobrado para nada, simplemente no me gustan los protocolos, me
deprimen, pero eso sí, recuérdame darte un gran abrazo de felicitaciones
cuando te vea.
Comentarios
*dani