Una década de felicidad
"No voy a darme por vencido, no voy a darle mi vida al miedo, el miedo es un asesino que mata los sentimientos, sé que no estoy solo, yo sé que Dios está aquí adentro" Juanes - No creo en el jamás
Hoy cumplo,
de manera oficial, diez años de creer que existe un Dios de amor, verdad y
justicia, que todo lo ve, todo lo sabe y todo lo puede. Un Dios vivo cuya
presencia es innegable, que cuida de sus creaciones de una manera especial y
personalizada, regalándonos la oportunidad de decidir, por nuestra propia
cuenta, de qué forma le daremos sentido a la vida que él, en un acto de amor
infinito y desprendimiento sin condiciones, nos ha regalado sin si quiera una sola
pizca de merecimiento.
Soy
Adventista del Séptimo Día desde el sábado 17 del noviembre de 2001, la
prueba más grande, difícil y larga que he decidido vivir, entendiendo que la
vida no puede vivirse sin un motivo ni una definición ni un fin ni mucho menos
sin algo en qué creer para cuando tienes la necesidad de saber quién eres, de
dónde vienes y a dónde vas, además de la necesidad de agradecer, el instinto de buscar un lugar donde
guarecerte, la carencia de motivos por los cuales sentirte útil, los hechos
fácticos como para que puedas desarrollar la fe y la esperanza que te ayudarán
a creer que siempre habrá un mañana mejor, un futuro sin maldad, rencor ni
venganza, y que sólo dependerá de ti ser feliz, de crecer con actitud, de ser responsable por tus decisiones.
Este fallo ha significado toda una serie de medidas radicales que me han convertido en la
persona que soy: presumo de mi capacidad para evitar recurrir a las mentiras
porque la vida es muy corta como para no ser sincero, me enorgullezco de mi
habilidad para ayudar a los demás porque el que no vive para servir no sirve
para vivir, considero que he desarrollado más de lo normal la empatía, el
criterio y el sentido de justicia, confío de una manera plena en mi poder de
discernimiento gracias a la lectura constante de la Biblia, me apoyo en las
intuiciones que comparte conmigo la vocecita del Espíritu Santo, creo mucho en
el matrimonio y pienso que el amor, más que una disposición para toda la vida,
es una ideología.
Sin embargo, estas
características no me hacen perfecto ni mucho menos consagrado, es más, saber
la verdad multiplica mis defectos y divide mis virtudes, tiendo a cometer
muchos errores a diario, en el fondo soy más débil de lo que creo y he llegado a pensar las
decisiones más necias, sin embargo, trato de no lastimar a los que me lastiman y
mucho menos a los que me quieren, pero es inevitable, soy un pecador que
intenta ser una persona común y corriente cuya vida represente el ideal de
aquellos que adolecen de la fuerza de voluntad necesaria como para analizar, discernir y actuar. Tarea harto difícil siendo yo uno más de los
que, a pesar de no merecer bendición alguna, olvida agradecer por lo lindo
que es el regalo de la vida y el regocijo que es sentir la felicidad.
Esto explica
que ser parte de una iglesia y entregarle tu vida a Cristo, no transforma el
destino de la manera que todos creen, bautizarte no te vacuna contra el
sufrimiento ni te blinda de las balas de la mentira ni te exonera de las penas del
amor ni te impermeabiliza de las lágrimas, por el contrario, te vuelve una presa fácil del sin fin de artimañas del enemigo. Ser cristiano es, para mí, tener el
corazón bien abierto y la boca un poco cerrada, andar desnudo, sin disfraces,
ser el mismo desde que naces hasta que mueres, tener una buena actitud, ser valiente,
humilde, honesto, justo, positivo, tener la fe tan grande como para dedicar la
vida al cuidado y crecimiento de una verdad, y tan pequeña como para entender
que esa verdad puede, tal vez, no serlo.
Gracias a Dios por todas aquellas personas que cruzaron por mi camino, gracias por estos diez años llenos de pruebas, éxitos y fracasos, este tiempo colmado de bendiciones y adversidades ha sido sólo un período de prueba, de calentamiento. Mi intención
es compartir mi parecer como cristiano y crecer, crecer como alguien que ha elegido esta vida para poder llegar a ser el mejor de los amigos, el más obediente de los hijos y el más increíble de todos los padres. Quiero ser mejor de
lo que soy ahora y peor de lo que quiero ser, quiero mantenerme en el medio del
camino, quiero que la felicidad sea la única ruta que me guíe hasta mi destino,
quiero ser, por sobre todo, la menor de las preocupaciones de Dios, el más
pequeño de sus problemas, el menos ciego entre los necios que dudan de la fe y, en lo general, quiero ser quien proclame a viva voz que junto a él no hay imposibles, que de su mano todo se puede y que en su camino no existe el jamás porque, después de todo, como la salvación es personal y somos libres de decidir nuestra propia ruta, que quede claro que, quien quiera
creer, que crea, pero que lo haga bien.
Comentarios
La vida cristiana es como manejar bicicleta, si no pedaleas, te caes... no dejemos de compartir esta felicidad, Vamos por muchos más Beto...