Veintiséis de noviembre del dos mil diez

"Goodbye, England's Rose, may you ever grow in our hearts.
You were the grace that placed itself, where lives were torn apart.
You called out to our country and you whispered to those in pain,
now you belong to heaven and the stars spell out your name"                                                                                      
Candle in the wind - Elton John

Un día como hoy hace dos años me hiciste entender el significado de la vida de manera tal que, mientras yo volvía a nacer, tú me decías adiós. Nunca había tenido tantos sentimientos encontrados ni había experimentado tanta tristeza ni había soltado tantas lágrimas ni había sido tan infeliz. Perderte fue terrible, fue regresar en el tiempo y olvidar todos los planes que habíamos trazado inocentes mientras teníamos la seguridad de haber comprado, aparte de la vida, la inmortalidad que, considerando nuestros planes, nos iba a quedar chica. Un día como hoy entendí, gracias a tu partida, que la justicia sí existe, sino de qué otra forma hubiera podido explicarme el por qué alguien como tú tendría que irse si no es porque ya no podía ni sufrir más ni ser más feliz.

Conocerte fue increíble, fue uno de los mejores eventos que me han pasado en esta vida que te dignaste a recomponer, como a muchas otras, por iniciativa propia y a punta de sonrisas y cariño, método infalible con el cual siempre te salías con la tuya, método que de alguna forma descubriste que necesitaba y precisamente tú estabas dispuesta a practicarlo conmigo. Nunca olvidaré, si mi salud mental lo permite, cada momento que pasamos juntos, momentos como cuando me contaste de tu enfermedad, de lo poco o nada que le temías a la muerte, de lo maravillosa que te parecía la vida, de lo mucho que te gustaba sonreír, de lo poco generoso que soy para las fotografías, de lo mucho o poco que duelen los golpes que tu hermano y yo generosamente compartimos, de lo interesante que pueden ser las estrellas, de lo complejo que tienen las cosas más simples de la vida dependiendo desde qué ángulo se las vea, en fin, probablemente olvide algunas cosas pero nunca me olvidaré de ti.

“De repente, entre una noticia y otra, no sé cómo ni por qué levanté la mirada y te vi caminando sola mientras mirabas las fotografías guardadas en tu cámara. Caminabas sin ver el camino hacia un lugar donde el pasto era más verde y te sentaste con las piernas cruzadas sin dejar de mirar la pantalla de tu aparatito fotográfico. Dejé de leer el periódico que tanto me costó obtener para observar cómo sonreías mirando las fotografías que habías tomado, probablemente cada una más graciosa que la otra a decir de las muecas que practicabas en cada cambio de imagen. Fotografías seguramente de ti misma o de alguna flor, no había diferencia. Encargué a alguien lo que tenía en las manos y caminé hacia ti. Me acomodé un poco el pelo y me senté a tu costado derecho. Te pregunté qué estabas haciendo y, dejando la cámara un momento, me miraste y me dijiste que estabas viviendo, que estabas siendo feliz, así, con la sonrisota y el correspondiente silencio que siempre acompañaba a tus respuestas, como esperando un comentario mío, comentario que nunca llegaría. A veces me dejabas sin palabras.

Luego me mostraste una fotografía donde estábamos juntos y me preguntaste por qué nunca sonreía. Te dije que sí lo hacía solo que tú no te dabas cuenta. Me preguntaste si lo haría por ti, como si hubieras sabido que en ese momento yo estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para que seas feliz. Te pregunté si habría algo a cambio y tú me dijiste que, si lo hacía, me darías un regalo muy especial. Hice lo que pude para sonreír mientras tú acomodabas la cámara en tu mano de forma tal que tú misma la tomaras, estirando tu brazo izquierdo hacia adelante, y salió un innecesario flash. La cámara no se daba cuenta de que tú tenías tu propia iluminación activada permanentemente. Me dijiste que no haga muecas y yo te dije que así era mi cara y te reíste de mí con una carcajada silenciosa. Tomaste otra foto y dijiste que salías mal, pero que no importaba porque salías conmigo. Te pregunté por mi regalo especial y me dijiste que mirara al cielo, que el arcoiris que estaba arriba nuestro era tuyo, pero que ahora era mío".

Hay días en los que te olvido y otros en los que siento que tú me olvidas. Te olvido cuando estoy feliz, cuando encuentro reemplazo a todo lo que tú me hacías sentir, a todo lo que tanto extraño, y me olvidas cuando más te recuerdo, cuando estoy solo y triste, cuando el universo no deja de conspirar contra mi felicidad, cuando me doy cuenta que por más buena persona que intento ser y por más buenas decisiones que trato de tomar, más son los fantasmas que intentan aprovecharse de mis debilidades. Fantasmas que tanto disfrutabas ahuyentar y que tanto miedo te tenían.

Hoy te recuerdo probablemente menos nostálgico que antes, menos triste, menos angustiado, menos adolorido. El tiempo ha pasado y lo sigue haciendo, las heridas van sanando, el mundo pesa cada vez menos, la sangre ha dejado de arder, la lluvia ya no es tan constante y los colores han regresado, sin embargo mis peores miedos se tornan cada vez más grandes: miedo a olvidar tu voz, miedo a extraviar tus huellas, miedo a dejar de imaginarte sentada en cualquier lugar, miedo a perder de vista tu obra, miedo a dejar de soñar contigo, miedo a no volverte a ver nunca más.

“Soñar siempre es una aventura inesperada y fortuita. No se recuerda el sueño de todos los días ni el de todas las noches ni tampoco se sueña lo que uno quisiera soñar. Los sueños no son siempre racionales ni lógicos ni ordenados, por lo menos no los míos, por ejemplo, la última vez que soñé contigo te vi caminando por una vereda y, al alcanzarte, te pregunté si habías leído lo que escribí para ti en mi blog y me dijiste que todavía no habías tenido tiempo para verlo, es decir, sabías que lo había hecho, como si estuvieras al tanto de todo. Me dijiste que Dios solo te dio un día para que estés aquí y tenías muchas cosas que hacer, pero que lo leerías ni bien pudieras. Sentí un poco de tristeza, pero estaba feliz porque estabas conmigo y porque, a veces, no sé cómo, se pueden manejar las emociones a pesar de estar soñando.

Luego caminamos por una pista cerca a un parque donde habían árboles y flores, y luego no recuerdo ni cómo ni por qué ni cuándo desperté, feliz por haberte soñado, pero triste por haber despertado. Inmediatamente intenté recordar lo que pude del sueño y, al darme cuenta de que realmente había soñado contigo, traté de dormir de nuevo sin importarme lo que tenía que hacer o si llegaría tarde al lugar donde tenía que llegar, pero no tuve éxito, no pude soñarte otra vez por más que me quedé en cama hasta el día siguiente".

A veces, cuando me siento solo y los fantasmas que regresaron cuando te fuiste se apoderan de mi cabeza, pienso que tú ya no estás aquí por mi culpa. Por diferentes motivos siento que el principal culpable fui yo y sentir eso es el peor de los castigos, las torturas y las agonías. Siento que fue mi culpa porque estar contigo, para mí, habría sido toda una bendición mientras que para ti hubiera sido el mayor de los riesgos y seguramente Dios no estaba dispuesto a hacerte correr tamaña suerte sabiendo de todas mis debilidades, él no estaba dispuesto a perder semejante ángel por intentar componer a este demonio. Hubiera sido un retroceso para tu vida espiritual porque alguien como yo probablemente te hubiera hecho dudar de lo que tanto estabas segura, con tantos argumentos estúpidos que a veces resultan de mis tradicionales crisis existenciales. A veces puedo llegar a ser tan idiota, siempre tiendo a echarme la culpa cuando no logro comprender algo. 

En momentos como estos, ahora que he llegado a entender muchas cosas, me alegra mucho saber que las esperanzas que tengo de volver a verte están intactas, que tu legado ha conformado todo un ejercito de ángeles, que tu voz difícilmente se va a perder en la lluvia, que tu mirada aún sigue iluminando caminos, que tu sonrisa aún sigue siendo la luz de una estrella para muchas personas, incluido para mi, que donde quieras que estés y a donde quiera que vayas, todos estamos orgullosos y felices de haberte conocido y de haber presenciado cómo es que trabajan los ángeles, cómo es que Dios existe porque existen los milagros, los milagros como tú.

Ha llegado el momento de despedirme de ti, de dejar ir al último abrazo, el último beso, la última mirada, las últimas palabras, de perderle el rastro a tus pisadas, de dejar de imaginarte junto a mí cuando camino, de dejar de hablar pensando que me escuchas cuando estoy solo, de abandonar la idea de caminar a un lado de la vereda pensando que tú caminas del otro. Ha llegado el momento de dejar muchas cosas porque siento que tú hubieras querido que sea así, hubieras querido que siga con la vida que tanto de empeñaste en restaurar. Dejar, entre otras cosas, de pensar que la primera persona que busque cuando llegue el momento sea a ti, dejar de creer que me hablas y de que aún vives en alguna parte de este mundo, de dejarte ir. Te tengo que dejar ir porque hay otras personas que me necesitan tanto como alguna vez yo necesité de ti y ahora me toca a mí ser el bueno, el perfecto, el ideal, y esto, pequeña, tengo que hacerlo solo.

Adiós, Rosita, gracias por todo.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
morii!!
que lindo betow!
(dani)
Gabriela1910 ha dicho que…
Me encantó , espero verla muy pronto.
La veremos, ya?


-anonimo :)

Entradas populares de este blog

Torociones

Lección de humildad. Capitulo cuatro.